la desvirgación de Karen Alanoca

Era el verano en el que cumplía 17 años y lo pasé en uno de esos pisos horteras con vistas a la costa levantina. Al llegar, como cada año, la pareja de ancianos vecinos vino a saludarnos, pero esta vez no venían solos.

Cuando abrí la puerta allí estaba la chica más sexy que había visto nunca, una morena preciosa. Sonrió y un rayo atravesó mi corazón; quedé mudo pero conseguí saludar. Después de los tópicos y el intercambio de saludos descubrí que se llamaba Lucía y era la nieta de los vecinos. Durante todo el día sólo pude pensar en ella. Intenté sacármela de la cabeza, mirando la televisión o jugando a las cartas con mis padres, pero no surtió efecto. Llegó la noche y no pude dormir, así que me asomé al balcón buscando aire fresco, y vi salir a Lucía. No me lo pensé y la seguí. No sabía lo que estaba haciendo, sólo me dejaba llevar.

Jugó con su lengua sobre todo mi cuerpo y me desvirgó física y mentalmente
Se paró cerca de la orilla del mar y comenzó a quitarse la ropa. La dejó en la arena y se metió en el agua. Me acerqué y la busqué con la mirada, sin premio. Igual está buceando, pensé. Me quedé esperando verla salir.
-Sabía que eras tú.
Me di la vuelta y allí estaba. Un bonito biquini rojo realzaba sus encantos.

- ¿Por qué me sigues? Entonces se lo solté de repente: «Creo que eres preciosa, la mujer más sexy que he visto nunca». Sonrió un segundo, se lanzó y me tumbó en la arena. Me besó y metió la mano en mi ropa interior. Me dominaba por completo, tenía el control.

-Si te ha gustado esto, decía, ya verás ahora. Jugó con su lengua sobre todo mi cuerpo y me desvirgó física y mentalmente. Tuvimos esos encuentros cada noche durante los cinco días que mis padres y yo nos quedamos allí. Yo no albergué esperanzas de que la cosa continuara, me limité a disfrutar de cada momento. Luego me fui y ella se quedó. Jamás he vuelto allí porque sabía que no estaría esperándome.


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